Antaño, en la región de los Abruzos se ofrecía a los recién casados como postres pastas crujientes de almendras, cuya forma representaba su futura casa. Se consideraba que estos turroncitos traían buena suerte. Con el paso del tiempo, la fama de esta especialidad se ha difundido por toda península. Si bien en el sur se saboreaba especialmente en vísperas de Navidad, también está asociada al ambiente de la feria. Particularmente apreciadas por los mediterráneos, las almendras entran en la preparación de numerosos dulces orientales. Para esta receta se tiene que eliminar la fina piel que las envuelve.

En los Abruzos, las pastas crujientes de almendras siempre se decoran con hojas de laurel. Muy ligados a las tradiciones de los habitantes de esta región consideran este árbol con respeto. Antiguo símbolo del poder del César, tiene fama de llevar prosperidad a los hogares. En primer lugar, con un paño unte delicadamente con aceite de oliva la superficie de trabajo de mármol, así como La lámina de un cuchillo grande. Divida las almendras peladas en 2. Dispóngalas en una sartén con 220 gr de azúcar de grano fino. Caliente la sartén. Mezcle enérgicamente con una espátula de madera, de modo que el azúcar recubra las almendras. Cuando estén doradas, retire la sartén del fuego.

Vierta con delicadeza la preparación de las almendras sobre la superficie untada con aceite. Frote la preparación de almendras con pulpa de limón. Con la ayuda de la lámina del cuchillo, dele forma rectangular. Con el cuchillo, corte la preparación en trozos regulares. Reparta las pastas entre los paltos. Decóralos con hojas de laurel.